Por Ana Soto

Excéntrico, como suelen serlo los genios, Martin Gore nunca sube al escenario sin su delineador de ojos o su esmalte negro de uñas. Eso por decir lo menos. Pero todo el cuero, las plumas, las cadenas y el brillo plateado, no son más que el envoltorio de un artista que lo mismo puede ser tremendamente sensible que deliciosamente retorcido.

Pero todos estarán de acuerdo conmigo al decir que las palabras son tan innecesarias para describir el talento de Martin, que para fortuna nuestra hoy celebra un año más de estar con nosotros.

¡Felices 48 Martin!